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No a Bruselas y al Euro. Sí a Francia. Anti europeos, anti inmigrantes, neopopulistas y con el presidente ruso Vladimir Putin como amigo y financista. El Frente Nacional aceptó tener una crisis de identidad para desdiabolizar a Marine Le Pen, la hija de Jean Marie, el antisemita y militar de Argelia. Hoy la rubia Marina, un metro ochenta embutido generalmente en trajes negros, botas y un cigarrillo en la mano, ganó estas elecciones legislativas. Su público es distinto al que apoyó a su padre, Jean Marie Le Pen: los “losers” de la sociedad, los antieuropeos, los obreros desencantados, los desempleados, la clase media empobrecida, “los olvidados de la República” apoyan a Marine.
La abogada bretona Marine ha cometido un parricidio. Liquidar al padre y fundador del Frente Nacional tras designarlo presidente honorario de su partido, para poder conquistar a un electorado que la veía contaminada con el antesimitismo y la xenofobia de su papá.
La mutación del FN fue puesta en marcha por ella, con la ayuda de Florian Philippot, un egresado de la ENA. Ellos han querido reidentificar su movimiento con la tradición gaullista, soberanista independiente, lejos de la OTAN, la ONU, y la Unión Europea. Un referéndum para salir de Europa, abandonar el euro, una defensa de la Europa de las Naciones desde el Atlántico hasta los Urales. Un país donde la soberanía sería vana en una Francia transformada por los efectos del islam. Por eso siempre propuso suspender las visas de todos los no europeos que quieren visitar a sus familias en Europa.
Cuando Le Pen tomó las riendas de su padre como líder del partido en 2011, intentó cambiar el nombre del Frente Nacional por algo más convencional, llegando incluso a expulsar a su padre en 2013 del partido político que fundó después de que repitiera su afirmación de que las cámaras de gas de los nazis no habían sido más que un detalle de la historia.
Finalmente, en 2018 logró rebautizar a la fuerza fundada por su padre como Agrupación Nacional (Rassemblement national en francés, o RN), el nombre con el cual compite actualmente y bajo el cual obtuvo la victoria en las elecciones al Parlamento Europeo.
Marine Le Pen es madre de tres hijos. Se ha divorciado dos veces. Ella ha pedido con regularidad respeto a la privacidad de sus hijos, tratando de protegerlos de la atención de los medios.
Su relación con su padre, sin embargo, ha sido objeto de mucho escrutinio por parte de los medios.
La explosión de una bomba en el apartamento de la familia en París, cuando Marine tenía 8 años, la hizo consciente de la notoriedad de su padre. Y tras el divorcio de sus padres, comenzó a pasar cada vez más tiempo en su oficina.
Su talento para hablar en público la llevó a estudiar Derecho y luego, en 1998, fue asesora jurídica del partido de su padre. A medida que ascendió en sus filas -convirtiéndose en vicepresidenta, legisladora del Parlamento Europeo y luego parlamentaria en Francia– también trató de suavizar la imagen del partido. Esto provocó la tensión en la relación con su padre. Y no fue hasta que asumió como presidenta de la organización, en 2011, que fue capaz de remodelar el partido tanto como ella deseaba.
Un año después, en 2012, compitió por primera vez por la presidencia de Francia, alcanzado el tercer lugar.
Las ideas de Marine
En su campaña presidencial contra Emmanuel Macron en 2017, cuando perdió en segunda vuelta contra el actual presidente, intentó posicionarse como un Donald Trump francés, afirmando representar a las olvidadas clases trabajadoras francesas que han sufrido a raíz de la globalización y el progreso tecnológico.
Pero su postura nacionalista económica (quiere dejar el euro y volver al franco, e impulsar la salida de la Unión Europea), sus puntos de vista sobre la inmigración (propone reducir los ingreso y el acceso de inmigrantes a servicios públicos), el euroescepticismo y sus posiciones sobre el islam en Francia (quiere que sea ilegal que las mujeres lleven velo en público) resultaron impopulares entre el electorado francés.
Le Pen aboga por el aislacionismo y el nacionalismo, y considera que los dos grandes males que aquejan a francia son la corrección política liberal y el «multiculturalismo anglosajón».
Durante mucho tiempo ha sido una admiradora vocal de Vladimir Putin, el hombre fuerte ruso que se ha convertido en un paria en Occidente debido a la decisión del Kremlin de atacar a su vecino, Ucrania. Le Pen visitó al hombre fuerte ruso durante su primera campaña presidencial de 2017, pero esta vez se vio obligada a desechar un folleto con una foto de ella y Putin de ese viaje después de la invasión.
Su anterior aversión a la OTAN (la plataforma de campaña de Le Pen en 2017 incluía sacar a Francia de la alianza) también podría ser un lastre.
Le Pen volvió a perder en segunda vuelta en las elecciones presidenciales de 2022 –su tercer intento de llegar al Palacio del Elíseo–, una vez más contra Macron, pero por una diferencia mucho menor que en 2017, por lo cual salió fortalecida.
Lo que viene
El partido de Le Pen, Agrupación Nacional, está en su mejor momento tras haber sido el más votado en las elecciones al Parlamento Europeo en Francia, logrando el 31,5% de los votos con una lista liderada por Jordan Bardella.
Tal fue el impacto de este resultado que el presidente Macron disolvió el Parlamento francés y llamó a elecciones anticipadas en un intento de restaurar el apoyo a su presidencia.
Se trata de una medida arriesgada, ya que si Agrupación Nacional se impone en esas elecciones Bardella se convertirá en primer ministro, un hito para esta fuerza política.
Bardella es, para muchos, el heredero político de Le Pen, descrito incluso como «perro de ataque» por sus mordaces apariciones televisivas.
También es desde 2022 el actual presidente de Agrupación Nacional, elegido por la propia Le Pen.
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